Trilogía de Copenhague pertenece a la autora Tote Ditlevsen/(1917-1976) Nos
narra su infancia, su juventud, su dependencia, en cuatrocientas veinte y
cuatro páginas, de las que llevo leídas 144, pero no me puedo resistir a
escribir sobre sus palabras, que son arrebatadoras, sinceras, desiguales, en
los contornos de su infancia de la que dice" La infancia es larga y
estrecha como un ataúd, y no se puede escapar de ella sin ayuda". Tote va
creciendo y al terminar su infancia escribe" Leo mi cuaderno de poesía
mientras la noche pasa de largo ante los cristales y, sin que me dé cuenta, mi
infancia cae silenciosa al fondo de mi recuerdo, la biblioteca del alma de la
que extraeré saber y experiencia por el resto de mis días"... La infancia,
tal vez, sea un lugar mítico, porque no la recordamos bien, pero no somos
libres, ni nosotros mismos, es un espacio limitado por nuestro cuerpo y nuestra
inteligencia, que se debate entre el aprendizaje y la sumisión a un mundo al que
no decidimos venir. La pobreza de la familia de Tote, la obliga a vivir
encerrada entre las pretensiones de sus padres que no la dejan estudiar, y ha
de aceptar todo tipo de trabajos, de los que acabara huyendo. Esa opresión de
no ser ella misma, la lleva a pensar"...El mundo cambia sin cesar, el
único que perdura es el mundo de mi infancia"... Su juventud, es un
recorrido por diferentes trabajos, en los que nunca estará feliz, pues la
verdadera felicidad es para Tote, la escritura, sus poemas, deja a sus padres,
se va a vivir sola a una habitación cuya casera es una adicta a Hitler, la
Segunda Guerra Mundial, está en la mente del dictador, que invade Austria y
lanza discursos atroces, que aterran a Tote. El exilio de sus padres, se llega de la mano
de Viggo. F. Moller, con el que se casará, para divorciarse pues la convivencia
nunca es fácil. La última parte de la trilogía, es la más floja de las tres,
donde Tote se desenvuelve con libertad, por el cauce del trabajo, de la emoción,
del sentimiento. Este es un libro para leer despacio, para dejarse querer por
la memoria de una niña que siempre fue poeta, y por eso, sobrevivió a las paredes
de una sociedad que no creía en ella, pero que tuvo que reconocer su genialidad
como escritora.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)